¿Cómo se alcanza el éxito profesional? ¿Qué ingredientes no pueden faltar en la receta del profesional de excelencia? Hace algún tiempo se creía que la fórmula inevitablemente incluía un título universitario, sin embargo, se ha demostrado que las mejores empresas del mundo no necesariamente demandan trabajadores con formación terciaria.
¿Es la voluntad para aprender lo que hace que un profesional tenga éxito? ¿La perseverancia? ¿El dinero? De acuerdo a un prestigioso investigador de la Universidad de Harvard, para que un profesional sea realmente exitoso primero debe ser buena persona.
El psicólogo, neurocientífico y docente Howard Gardner es el autor de tan polémica afirmación. A lo largo de su carrera Gardner se ha dedicado a estudiar la capacidad cognitiva del ser humano, trabajando especialmente en la teoría de las inteligencias múltiples, por lo que habla con conocimiento de causa cuando expresa este particular punto de vista.
Además de su extenso currículum, Howard Gardner puede respaldar esta teoría con los resultados de su experimento Goodwork Project, realizado con el apoyo de la Universidad de Harvard. Luego de entrevistar a más de 1.2000 individuos, Gardner estableció que los mejores profesionales son Excelentes, Comprometidos y Éticos (ECE, de acuerdo a la sigla que él mismo utiliza).
¿Cómo se concluye a partir de esto que las malas personas no serán nunca buenos profesionales? Fácil, porque de acuerdo a Gardner las malas personas no poseen ética ni se comprometen para lograr logros que no los tengan como centro.
¿Esto quiere decir que las malas personas están condenadas a ser malos profesionales? No necesariamente. Pueden ser buenos en su campo, y de hecho destacar en su entorno, pero nunca alcanzarán la excelencia que podría alcanzar un profesional con las mismas condiciones académicas pero mejores comportamientos a nivel personal.
¿A qué nos referimos con “ser buena persona”?
Básicamente, Gardner habla de personas que actúan con integridad, siguiendo determinados principios éticos. A su vez, asegura que este tipo de personas no solo verbaliza esta integridad sino que además la pone en práctica, demostrando coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Es decir, piensan y actúan de forma ética.
En el entorno profesional, hablamos de una buena persona o buen profesional cuando el trabajador demuestra ser responsable consigo mismo y con sus compañeros. Estos trabajadores entienden que el fin no justifica los medios, y que no importan las diferencias de pensamiento cuando se debe buscar un objetivo común que beneficie al grupo o a la empresa.
Como profesionales, las buenas personas son capaces de dialogar y buscar la comprensión en las ideas de los otros, en lugar de encasillarse con las propias y defenderlas a capa y espada. Además, sabe reconocer el mérito del otro en lugar de atribuirse victorias que no le son propias, y no duda en atender las responsabilidades que le corresponden.
Incidencia en el entorno académico
¿Las buenas personas son mejores estudiantes? No lo sabemos, pero sí tenemos claro que tienen más probabilidades de acceder a las mejores universidades, y por lo tanto a las mejores carreras.
Centros pioneros como la Universidad de Harvard han identificado una problemática frecuente entre los jóvenes millennials: llevan adelante acciones no porque crean en su utilidad, sino porque estas son necesarias para entrar en una buena universidad. El voluntariado es uno de los ejemplos más frecuentes al respecto.
Es cierto que las universidades solicitan información sobre actividades extracurriculares que puedan aportar datos positivos al perfil del solicitante, que el desempeño académico no es lo único que importa en la carta de admisión. Pero el objetivo de estos requisitos nunca fue que los jóvenes intenten ayudar a sus comunidades únicamente para impresionar a las universidades, sino que comprendan la importancia de estas acciones.
Ante la confusión la Universidad de Harvard encabezó un informe, avalado por otros tantos centros estadounidenses, en el que aconseja a los centros realizar determinadas modificaciones en sus políticas de admisión. El objetivo es el de reducir la presión de los estudiantes por ingresar, y fomentar en ellos la preocupación por el bien común. Es decir: entender la importancia del ingreso de buenos estudiantes pero también la necesidad de contar con buenas personas dentro de las filas de la universidad.
El éxito profesional es importante, pero no por ello debe dejarse de lado el éxito personal o la preocupación por el prójimo. Por eso, Harvard y otros tantos centros sostienen que para ingresar a sus aulas se requiere ser una persona íntegra.
Fuente: http://noticias.universia.es