En teoría, debería poder ponerse al corriente con el trabajo cuando quisiera. Sin embargo, como gerente, debe estar consciente de las señales que envía cuando manda correos electrónicos a sus empleados en horas no laborales o cuando pregunta cómo van los proyectos durante el fin de semana. Muchas personas verán esto y pensarán: “Si mi jefe está trabajando, yo también debo hacerlo”. Así que, si decide revisar el correo electrónico la noche del domingo, por ejemplo, no les envíes un mensaje a sus empleados sino hasta el lunes. O, si de verdad necesita enviar algunos correos, aclárale a su equipo que no espera que los lean o respondan durante el fin de semana. También puede escribir los correos, pero dejarlos en la carpeta de borrador hasta la mañana siguiente, o programar que se envíen después (si su programa de correo electrónico lo permite). De esa manera puede ser productivo sin interferir con el tiempo que su equipo aprovecha para recargar pilas.
El conflicto es normal, una parte saludable de trabajar con otras personas. Sin embargo, muchos lo evitamos a toda costa: a menudo porque lo experimentamos como algo personal. Para sentirse más cómodo con los desacuerdos y cosechar los beneficios de los conflictos productivos, olvídese de la idea de que tienen que ver con usted. Si modela su comodidad con el conflicto productivo, estará mostrándole a su equipo que está bien discrepar, animando así a la gente a presentar sus ideas. Para alejar el conflicto de lo personal, piensa en el panorama completo y en las necesidades de la empresa. A menudo surgen desacuerdos respecto de objetivos y procesos, por ejemplo. Cuando usted y un compañero tienen opiniones distintas sobre algo, pregúntese: ¿por qué esta diferencia de opinión es algo importante que debamos discutir? ¿Cómo ayudará a la empresa o al proyecto en el que está trabajando? Mientras más pueda mantener un conflicto enfocado en la empresa, más probabilidades tendrá de resolverlo de una manera benéfica para todos.
A mucha gente le angustia hablar frente a un grupo, pero recuerde que algunos miedos son reales y otros no (que se le acabe el tiempo debe preocupar; que el público le abuchee no). Para enfocarse en inquietudes realistas, trace tres columnas sobre una hoja de papel. En la primera enliste tus temores. En la segunda escriba lo peor que puede pasar si esos miedos se hacen realidad. En la tercera apunte lo mejor que podría suceder. Por ejemplo, puede tener miedo de tropezarte en el estrado mientras habla. Lo peor que podría pasar sería que alguien lo grabe, lo suba a YouTube y se haga viral. Pero lo mejor podría ser que les recuerde a sus colegas que todos somos humanos, y que más gente descubra su trabajo por todo el alboroto adicional. Use esta herramienta para asegurarse de que es realista respecto de sus miedos.
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