Es muy complicado ser el jefe perfecto, pero existen ciertos rasgos y actitudes que, de tenerlos, te harán el mejor de los jefes posible. La mayoría de ellos tienen mucho que ver con la confianza con y en los empleados. En esta fotogalería te explicamos cuáles son, en qué consisten y qué es lo que hacen aquellos que van por el mal camino.
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Los buenos jefes no dudan de la buena voluntad de sus empleados. Un mal jefe piensa en la mala intención de los trabajadores, para él todos son sospechosos y enseguida culpa y castiga. Un buen jefe se detiene a analizar el problema y escucha a su empleado.
Los buenos jefes dan pie a materializar las ideas de sus empleados. Cuando alguien tiene una buena idea, ellos tratan de llevarla a cabo teniendo en cuenta la pasión del trabajador y eliminando obstáculos. Un mal jefe hace oídos sordos y no se complica la vida.
Los buenos jefes no se preocupan por nimiedades. No abroncarán a un empleado por llegar 5 minutos tarde, valoran que ayer se quedó media hora más para acabar un proyecto. Un mal jefe hace un mundo de cualquier cosa y reprende al empleado inmediatamente.
Los buenos jefes confían en sus empleados. Están seguros de sí mismos y de las personas a las que han contratado, por eso no tienen reparo a la hora de delegar tareas. Un mal jefe está encima de sus empleados supervisándolos constantemente porque no se fía.
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Los buenos jefes dicen las cosas como son. Por duras que sean las noticias, ellos no las edulcoran y mucho menos las ocultan. Los malos jefes no saben comunicar con eficacia y por eso rehúyen a los cara a cara con sus empleados o los tienen de mala manera.
Fuente: https://forbes.es/